lunes, 28 de marzo de 2011

No esperes a llorarle a una tumba...

No esperes a llorarle a una tumba y decir las palabras que no dijiste, los besos y abrazos que no diste, los buenos comportamientos y las atenciones que no tuviste.

No esperes a llorarle a una tumba para decirle que la amas, que la adoras, que era especial, grandiosa, fuerte, valiente y única.

No esperes a correr a abrazarla, porque vas a sentir el calor y la alegría de recibirlo de regreso.

No esperes a quererla besar su frente o mejilla tiernamente, y aferrarte en ese beso al amor.

No esperes a ser bueno con esa persona, a no gritar, a ser amable o atento, tenderle una mano o poner la otra mejilla.

No lo hagas nunca... nunca esperes... a sentir, a vivir, o a amar de manera intensa a los que te aman y a los que no te aman -¿por qué no?- porque no sabes cuando no podrán seguir juntos en éste instante que llamamos vida. Como bien decías: "¡En vida hermano, en vida!".

No esperes a hacerlo porque entonces esa tardanza tendrá algo de hipocresía.

¿Cuántas veces no tuve ganas de decirte que te amaba mucho, que te quería más que a nada en el mundo y abrazarte tanto tanto?

Creo que en el fondo lo sabías, pero ahora me carcome no habertelo demostrado más mamita.

Te amo madre, más que nunca y más que siempre.