Ellas dicen que somos unos enfermitos -las más recatadas, las que después suelen pedirlo más fuerte, más fuerte- o que somos descarados, o lo que sea. Y a nosotros, eso, nos pone más todavía.
Se nota, no lo podemos evitar; se nota en la mirada, en la temperatura, en la piel. Se nota y se pone firme -en su convicción-, difícil de doblegar, de disimular, rebelde, revolucionario. Y se nota también más allá.
¿Pero de donde viene, cómo aparece? ¿Dónde comienza su viaje furtivo?
Puede ser en la mente misma, puede que nosotros la llamemos "sin quererlo". Puede que se infiltre en el pensamiento como un "humo", al presenciar unas piernas bronceadas, unas caderas generosas, un par de tetas bien torneadas, andando con son en una avenida, con tacones altos y minifalda, inesperada; o un besito cualquiera que emprende un viaje misterioso al placer y se olvida del sitio donde esas bocas se encuentran: un parque, un camión, una esquina; y sea de donde sea que venga, y aunque no se le invite "formalmente", ¿quién de nosotros le cierra la puerta? a ver ¿cuántos no quisieran vivirla - poseerla, palparla-?
Lujuria se llama, qué nombre. Femenino, como para provocarnos más, como fruta para desear.
La iglesia dijo que es el pecado de los "pensamientos excesivos de naturaleza sexual", ¿y "excesivo" como cuánto será, y de donde a donde será que se nos mide? -el pensamiento, claro está-.
Lujuria, con nombre de mujer y sin forma, "pecado" te han llamado sólo para hacerte aún más apetecible.
Lujuria es una institución, un harén de deseos y placeres, de manjares y estancias de confort; miles de mentes brillantes seducidas por igual, miles de hipócritas -que desde un púlpito la condenan- la adoran a escondidas, y otros, como yo, la preferimos al azar, cuando ella guste o la invitemos "sin querer".
Esta es la aportación de mi nuevo amigo, de la lejana tierra de Perú, "Servidor", para que se dén una vuelta por su blog. Es un gusto conocer gente nueva, que es uno de los objetivos del festival swinger, uno muy bueno.
En un rato más publicaré yo en el blog de Pashmina: "De chocolate y de cánela".