miércoles, 24 de febrero de 2010

Lustfulness

Nos dejamos atrapar cuando viene de caza, nos gusta dejarnos cazar. El placer es urgente, el deseo es inherente y nosotros… y nosotros somos presa, "corderito y lobo" -a la vez-.

Ellas dicen que somos unos enfermitos -las más recatadas, las que después suelen pedirlo más fuerte, más fuerte- o que somos descarados, o lo que sea. Y a nosotros, eso, nos pone más todavía.

Se nota, no lo podemos evitar; se nota en la mirada, en la temperatura, en la piel. Se nota y se pone firme -en su convicción-, difícil de doblegar, de disimular, rebelde, revolucionario. Y se nota también más allá.

¿Pero de donde viene, cómo aparece? ¿Dónde comienza su viaje furtivo?

Puede ser en la mente misma, puede que nosotros la llamemos "sin quererlo". Puede que se infiltre en el pensamiento como un "humo", al presenciar unas piernas bronceadas, unas caderas generosas, un par de tetas bien torneadas, andando con son en una avenida, con tacones altos y minifalda, inesperada; o un besito cualquiera que emprende un viaje misterioso al placer y se olvida del sitio donde esas bocas se encuentran: un parque, un camión, una esquina; y sea de donde sea que venga, y aunque no se le invite "formalmente", ¿quién de nosotros le cierra la puerta? a ver ¿cuántos no quisieran vivirla - poseerla, palparla-?

Lujuria se llama, qué nombre. Femenino, como para provocarnos más, como fruta para desear.
La iglesia dijo que es el pecado de los "pensamientos excesivos de naturaleza sexual", ¿y "excesivo" como cuánto será, y de donde a donde será que se nos mide? -el pensamiento, claro está-.

Lujuria, con nombre de mujer y sin forma, "pecado" te han llamado sólo para hacerte aún más apetecible.

Lujuria es una institución, un harén de deseos y placeres, de manjares y estancias de confort; miles de mentes brillantes seducidas por igual, miles de hipócritas -que desde un púlpito la condenan- la adoran a escondidas, y otros, como yo, la preferimos al azar, cuando ella guste o la invitemos "sin querer".


Bon appetit.

Esta es la aportación de mi nuevo amigo, de la lejana tierra de Perú, "Servidor", para que se dén una vuelta por su blog. Es un gusto conocer gente nueva, que es uno de los objetivos del festival swinger, uno muy bueno.

En un rato más publicaré yo en el blog de Pashmina: "De chocolate y de cánela".

lunes, 15 de febrero de 2010

¿Crees en el destino?

<¿Crees en el destino?>

Solo te pude decir que no, que no creía en el destino. Aunque realmente solo pensará para mis adentros que sí, que sí creía en él, porque todos los desamores, errores, desengaños, mentiras, verdades, etc. me habían llevado a donde estaba: Mi "destino".

Me aseguraste que tú sí creías en el maldito -o bendito, como lo quieran ver- destino.

Entonces un tanto cínica -o al menos eso quería aparentar- te respondí que "En la vida no hay premios ni castigos solo consecuencias. El destino no existe todo es cuestión de una serie de casualidades y causalidades que nosotros propiciamos". Tal vez sea de débiles tratar de excusarse en el destino para cada consecuencia de nuestras acciones pasadas.

¡Bendito destino! Que bueno que existes para tratar de culparte por las acciones de los demás, para no darnos cuenta de nuestros errores, para no aceptar nuestras decisiones y omisiones. Magnifico ha de ser tu inventor para que sigas existiendo a través de los siglos, estas en al naturaleza humana, te adhieres a ella: ¡oh sí! se necesita culpar a alguien y que mejor que el destino.

De todo esto sobresale que solo hay dos clases de personas que creen en el destino: los enamorados y los resignados... ¿y tú de cuál eres?


"En la vida no hay premios ni castigos, solo consecuencias". Robert Green Ingersoll.